¿Cuál es el problema del consumo?
Para el caso de las ciudades, el consumo de productos por sus habitantes ocasiona la generación de residuos específicos: los residuos sólidos urbanos (RSU). Éstos son, principalmente, el resultado de desechar los materiales usados en las actividades domésticas que ocurren al interior de las viviendas.
Si bien el consumo de productos desechables afecta a casi todo el mundo occidental, hay países en donde esta situación es un asunto de primer orden. Dentro de América Latina, por ejemplo, México es el país con la mayor producción de RSU: poco más de 100 mil toneladas diarias. Sirva esta cifra para dar cuenta del tamaño del problema.
En conjunto, los RSU representan una pieza importante de ese enorme y complejo rompecabezas que es la contaminación ambiental. Tengamos en mente que la cantidad de productos que consumimos está directamente relacionada con la sobreabundancia de desechos y, ya que una cosa lleva a otra, con la emisión de gases de efecto invernadero y el cambio climático.
Por lo anterior, es necesario reconsiderar nuestra posición como consumidores. Es cierto que diariamente experimentamos necesidades que muchas veces cubrimos mediante productos, pero el consumo implica otras capacidades. Por ejemplo, podemos fomentar la responsabilidad industrial, recompensando con nuestra preferencia a los productores y empresas que muestran conciencia ecológica. También tenemos la alternativa de reutilizar en lugar de tirar.
Por supuesto, no perdamos de vista ni la lógica de obsolescencia programada, que se traduce en productos con menor durabilidad, ni las estrategias de mercado que incitan a comprar materiales innecesarios, ni el rechazo de grandes empresas a reciclar sus subproductos, todos ellos factores que contribuyen a la generación de RSU.
¿Por qué es importante separar los materiales de la basura?
Hemos dicho que el consumo tiene un impacto significativo sobre la generación de basura, en cuanto que los desechos producidos dependen, en parte, de las características de las prácticas consuntivas. De esta manera, podemos atender del problema de los residuos a través del consumo. Sin embargo, si queremos una solución integral, debemos encargarnos también de la separación de la basura.
Los RSU se dividen en orgánicos e inorgánicos con base en el tiempo que tardan en degradarse, es decir, en reincorporarse a los ciclos biogeoquímicos. Por lo tanto, cada tipo de residuos requiere procesamientos distintos. Con esto en mente, la separación de la basura es el proceso que permite que los desechos sean tratados adecuadamente. Se trata del primer paso rumbo al compostaje (orgánicos) o reciclado (inorgánicos reutilizables).
Los residuos orgánicos, aquéllos de origen animal o vegetal, requieren relativamente poco tiempo y energía para degradarse. Gracias a la separación se puede garantizar su envío a plantas de composta, la cual después es usada para mejorar la tierra. En el caso de los inorgánicos, separar ayuda a que éstos lleguen a plantas de selección, en donde se los clasifica en reutilizables (reciclables) y no reutilizables (destinados a los tiraderos).
En suma, sin separación de la basura no es posible procesarla ni resolver el problema de la generación de residuos, ligado a la contaminación.
¿Cuál es el problema de los residuos electrónicos?
Existen ciertos residuos que son considerados de manejo especial debido a las características de sus componentes. Dentro de este tipo de residuos encontramos a los residuos electrónicos, como baterías, chips y electrodomésticos, los cuales contienen materiales peligrosos tanto para la salud humana como para el medio ambiente. De ahí la importancia de un manejo adecuado.
Un caso delicado es el de las baterías, hechas con elementos altamente tóxicos (mercurio, litio y níquel, entre otros). Ahora bien, cuando éstas son desechadas sin cuidado alguno, sufren corrosión y, eventualmente, derraman sus componentes. Después, los químicos se infiltran en el suelo, que se vuelve infértil, y si la concentración es grande, también resultan afectados los mantos freáticos.
Actualmente, la mayoría de los equipos de informática tienen una vida menor a dos años(1). Para 2017, casi la mitad de la población mundial usaba o tenía acceso a un dispositivo de tecnología de la información y la comunicación (TIC), y muchas personas poseían más de un dispositivo de esta índole. Además, por año se generan 44.7 Mt o 6.1 kg por habitante de desechos electrónicos(2). Sin duda, estamos ante un gran reto.
Y no olvidemos que parte del problema se relaciona con la emisión de metano (CH4) desde los sitios de disposición final, el cual tiene un poder de calentamiento superior al del bióxido de carbono (CO2). Así, un plan de manejo especial para residuos electrónicos es indispensable para el cuidado de la vida.
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Referencia
(1) The Data. (2010). What an E-waste, IEEE Spectrum, 47 (9), 72. doi: 10.11.1109/MSPEC.2010.5557529 http://www.riti.es/ojs2018/inicio/index.php/riti/article/view/150
(2) Baldé, C.P., Forti V., Gray, V., Kuehr, R., Stegmann,P. : The Global E-waste Monitor – 2017, United Nations University (UNU), International Telecommunication Union (ITU) & International Solid Waste Association (ISWA), Bonn/Geneva/Vienna
https://collections.unu.edu/eserv/UNU:6341/Global-E-waste_Monitor_2017__electronic_single_pages_.pdf